lunes, 19 de enero de 2009



Pa, Pe, Pipi, Po, Pu.


A mayor talento en la mujer,

mayor indocilidad.


W. Shakespeare.





La aptitud natural de mi maestra Silvia Dioverti, nos advierte:

“Se dirá, y quizás no sin razón, que de Eva para acá las mujeres llevan en sí dos elementos perniciosos: la indocilidad y esa inclinación peligrosa a dejarse tentar por la curiosidad.”

Desde Eva y aún antes.

Cuando Eva le ofrece la manzana a Adán, le brinda el conocimiento, el intelecto, es lo que Nietzsche describe como: “la zona intermedia entre la de los deseos terrestres y la pura y verdadera espiritualidad”.



No hay márgenes

desde que la boca es roja

no hay líneas de borde.



La mujer ubicada desde siempre en esa zona intermedia, y bajo el imperio de la curiosidad, sigue indagando, imaginando y usando el arte como instrumento.

La perniciosa curiosidad la lleva a menudo a conclusiones paralizantes, que la obligan a darse una pausa. Silencios en los cuales crecen pieles nuevas en una metamorfosis que la transforma, para conducirla hacia otros umbrales.



Debajo de la seda del gusano

toda la superficie amada

siempre fue naranja

huele a leche

aunque de leche nuca tuvo nada

se estira y se encoge

en humores mal sudados

con su callo

pisa y anda la tierra que la retrata

y no comparte morada.




El subconsciente dicta y advierte con mucha anticipación hacia dónde se dirige, como si fuera una suerte de predicción involuntaria.

Dejar que fluyan las ideas y dejar que se materialicen a través de los actos más íntimos, ( obra plástica y escrita) sin duda son los placeres más grandes que se puedan experimentar, es de dioses.

Para eso hay que desinhibirse, desdoblarse, dejar de ser siendo; para jugar con la conciencia y cruzar la línea, que no está entre el ser y la nada. Está entre el ser y el todo.


Esto atrapa, crea vicio.



Creo que llevo en el alma el dolor más profundo

sangro incesantemente

entre el cerebelo y el hipotalamo

Con hisopos en las orejas

contengo ese flujo continuo

por eso no oigo bien.

Mis cejas, una sobre cada ingle

se fruncen al mismo tiempo

tienen un ojo único.

Cíclope de un solo cerebro

un solo ojo.

Te veo.

Veo tu ojo pegado al mío

te beso como mariposa.



PA PE PIPI PO PU, se repite con el mismo eco infinito que “ma me Mimi mo mu”, se aferra a la única certeza, la propia identidad, a la del individuo.

La máscara, la que cubre al alma, se cierra, en su traje más austero le guarda luto a la pérdida.


Se esconde de nuevo.


El derroche de lucidez, enfrentando el descarne, agota los argumentos.

Esta versión de la máscara, se parece al ataúd de Queequed en Moby Dick, donde el carpintero de abordo hace el siguiente razonamiento.

“...No me gusta esto un pelo. Le hago una pata al capitán Acab y la lleva como un caballero; pero le hago una caja a Queequeg y no quiere ni asomar la cabeza. ¿Es que trabajé para nada en aquel ataúd? Y ahora me mandan a hacer con él una boya. Es como volver un gabán viejo; vamos a poner la carne por el otro lado ahora. Vamos a ver: clavarle la tapa, calafatearle junturas, darlas de alquitrán, remacharlas y colgarlo del resorte a popa. ¿ Cuándo se hicieron cosas semejantes con un ataúd? Algún carpintero viejo y supersticioso preferiría que lo colgaran del aparejo antes de hacerlo. Pero yo estoy hecho de Abeto de Canadá; no me inmuto. ¡Enredado con un féretro! ¡Navegar con un féretro a popa! ¡Que le vamos a hacer! Los que trabajamos la madera hacemos camas y carros fúnebres...”



PA PE PIPI PO PU, emerge de nuevo como una boya, para rescatar la cordura, en un mar que invita a la incontinencia.

Con el deseo de regresar a la salvaje inconsciencia del no saber.

El calafateado es evidente, signa el cambio de curso y de uso.

Esta mascara ya no muestra el contenido del alma serenamente abierta, se recoge toda, apaga la marquesina y hace un inventario.

“El que agrega ciencia, agrega dolor” La Biblia.

“ ...-Oye, ¿eres un gusano de seda? ¿Te hilas la hebra de tu propio sudario sacándola de ti mismo? Mírate al pecho. ...” El capitán Acab al carpintero, Moby Dick.

Y es por tanto mirarse y exponerse a la luz intensa de un nuevo color, que ahora, con mangas tan largas como las de las camisas de fuerza, se rodea, en un abrazo íntimo y conteniene los espasmos de un dolor primigenio, probado por cada generación cuando se deja seducir por esa perniciosa inclinación de dejarse tentar por la curiosidad.



Me abrazo fuerte

en la más íntima de las copulas

el placer baja caliente por la entrepierna.

Sin perder una gota

mis hijos

insaciables

me lamen los pies.




DOMENICA AGLIALORO




PS. Verbalizar todos estos sentimientos no es fácil, explicando la poesía inevitablemente la desvirtuamos, pero es la única manera que encuentro para exponer mis proyectos, porque primero nacen los textos que son la excusa para realizar la obra plástica.


¿Qué desnudo nos hace más vulnerables a los artistas: la obra muda o la que nos expone con toda su humanidad en un texto?

2 comentarios:

Narciso Espejo dijo...

Queridisima Do,
Que bueno que esto esta por aqui. Pasto para los ojos de perros y perras azules perdidos en la gueb. Rico chatear contigo el otro dia. Love you.
P.D. Si, soy yo.
Ch

La Gata Insomne dijo...

un parto sin útero

qué fuerte