jueves, 22 de enero de 2009




El corazón de la ballena

Dialogo entre dos artistas.

Texto de sala de la expo CORAZONADA CONTINUA.





Domenica: Me pidieron que retratara el celo del animal magnífico que iba y venía de mi majestad, entonces hice un corazón chiquito que se dibujaba un círculo a su alrededor.

Ramsés: Yo tejía un corazón en público y en rosado cursi. Me molestaba la contradicción de pensamiento.

R. El mío es el símbolo.

D. El mío es el anatómico, el músculo.

R: Yo pienso que los dos corazones son lo mismo…

D: “Es la misma poesía”, están hechos de materiales distintos, con formas distintas, son sólo cuerpos para el alma.

R y D: “Es una corazonada continua”.

D: El corazón simbólicamente es la sede del espíritu.

R: Son códigos secretos que te llevan a sufrir, a retar.

R y D: “El secreto”.

R: Son cuentas que en la vida son de amor.

D: Eso sí, esas cuentas indiscutiblemente son de amor.

R: Puedes amar, ¿pero inmediatamente después sigues amando?

Cuándo tú dices amor de cama, ¿ésos son momentos de amor que tú estás dando?

D: Hay una cosa que viene antes, la pasión.

R: Creo que es amor hacia uno mismo, porque al final también somos egoístas.

D: La pasión me gusta, si no tuviéramos pasión no haríamos tantas cosas.

R: Sí, es con pasión que lo hacemos.

D: No son piezas gratuitas, es amor apasionado, real, aunque yo tomo una idea y la meto en el frízer, congelo el primer impulso y voy asechando a su alrededor, hasta concretarla.

R: Lo mío es un manoseo con el material, yo traduzco los materiales a ideas.

D. Antes de hacer el corazón de Moby Dick pensaba en cómo ella perseguía a los balleneros, hasta hundirlos. Participé en cada naufragio con ella, pero los hundía en mí.

Es como perseguir obsesivamente algo hasta obtenerlo.

R: Mi obra es como mi vida, es el día a día sin ver al pasado, sólo el ahora.

D: Y también hay ese mostrar sin mostrarse, decir sin decirse.

R: También hay un placer morboso. Los demás creen ver lo que tú dices, y no es más que lo que ellos necesitan ver. En esos momentos mi corazón no es romántico, allí yo disfrazo el espíritu, uno necesita protegerse, disfrazarse, no hago obras para los demás.

D: Al hacer el corazón de la ballena, por ejemplo, reflexioné sobre cómo soy, y fui incapaz de hacerle una marquita. En esa idea de corazón no caben heridas, ni sogas, ni arpones, esa materia es inmaculada.

Yo soy la gran ballena blanca.

El corazón es lo único que no me he atrevido a apostar, pero lo puedo donar, total, es sólo un órgano.

R: Es mentira, el corazón es un cofre, es para guardar, es sabio.

D: Por que es espíritu.

R: Él sabe que cuando se malogra no hay vuelta atrás, es como un gran director que manda señales a distintos puntos.

D: Es el director de la orquesta que somos. Y en el mío no guardo nada, mi corazón no tiene bisagras, solo pasadizos secretos, ése es el patio para mi recreo. Es puro y sólo instinto.

R: ¿Y cuándo se equivoca?

D: No se equivoca, creo que nos negamos a oírlo, a creerle.

R: Hay un corazón que no he hecho, es de cristal, frágil y transparente.

Es el secreto que me mantiene vivo, por eso no lo he hecho.


miércoles, 21 de enero de 2009










Linda

Linda somos todas,

lindas por naturaleza,

lindas de género,

lindas de origen.


Hay muchas cosas que unen a las mujeres: pertenecer al mismo núcleo familiar, tener la misma nacionalidad, la misma cultura, el mismo idioma, el mismo trabajo, el mismo patrón genético, la misma luna, etc.

Pero más allá de estas cosas que son evidentes, hay otras que justo porque son intangibles son difíciles de explicar.

Existen diálogos femeninos que no se pronuncian, hay palabras inarticulables, porque no lo son , solo se sienten:


Justo debajo de esternón, como si se encogiera el diafragma, eso te dobla el cuerpo.


En el vientre, que se hunde y se arrastra hacia las piernas, llegando hasta los pies, para salirse por los talones y por fin toca tierra.


Las que nacen en la base del cráneo, entre el “atlante y el epitafio” y aunque el esternocleidomastoideo jale con todas sus fuerzas, para hacer que la cabeza gire, ésta no se mueve ni un milímetro.


Es la mordida continúa, que deforma la dentadura y nos obliga a usar férulas, para que no se nos caigan los dientes.


La sensación de electricidad en la punta de los dedos, que mueve objetos, sin tocarlos.


Cuando los ojos se cierran durante la muerte pequeña o cuando están bien abiertos, esperando sólo que el aire los seque, los vacíe.


Con eso, que sólo se siente, mantenemos una comunicación continua a distancia, sin saber quien la transmite, provocándonos conmociones mínimas, invisibles.

Estas sensaciones han sido descritas mil millones de veces en la poesía femenina; la ciencia las cataloga, estudiando las reacciones químicas del cuerpo femenino y estudiando sus genes.

Las poetas siempre tuvieron razón en el verbo y ahora la ciencia avala su poesía.

Privilegiadas por el don de la palabra, describen estas sensaciones desde siempre.


La palabra, el poder de la palabra.


Sin embargo aquí la palabra es muda, se leen las sensaciones que no se pronuncian, mas que en la poesía y en obras de arte.

Por experiencia sé que cuando tomamos un trozo de arcilla y modelamos un cuerpo femenino, lo que hacemos es un autorretrato, esto se repite en mujeres de cualquier estrato social, cultural o intelectual, tengamos o no habilidades manuales y no importa la nacionalidad que tengamos, siempre nos hacemos a nosotras mismas.

Es por eso que LINDA SOMOS TODAS.


Dedicada a Linda Loaiza.

Esta es una obra participativa, le pedí a la gente que hiciera con arcilla, la figura de una mujer, para que formara parte del texto de la declaración para la abolición de la violencia contra la mujer.

La colaboración fue inmediata, durante la inauguración muchos fueron a buscar las figurillas que habían hecho en la instalacion, se sentían parte de la obra y compartian su preocupación sobre el tema de la violencia.

Esta obra en dos versiones se expuso en el Centro de Arte de Maracaibo, Venezuela y en la Fundacäo Memorial da América Latina en Sao Paulo, Brasil. En el marco de la Bienal Barro de América, 2004.

lunes, 19 de enero de 2009



Pa, Pe, Pipi, Po, Pu.


A mayor talento en la mujer,

mayor indocilidad.


W. Shakespeare.





La aptitud natural de mi maestra Silvia Dioverti, nos advierte:

“Se dirá, y quizás no sin razón, que de Eva para acá las mujeres llevan en sí dos elementos perniciosos: la indocilidad y esa inclinación peligrosa a dejarse tentar por la curiosidad.”

Desde Eva y aún antes.

Cuando Eva le ofrece la manzana a Adán, le brinda el conocimiento, el intelecto, es lo que Nietzsche describe como: “la zona intermedia entre la de los deseos terrestres y la pura y verdadera espiritualidad”.



No hay márgenes

desde que la boca es roja

no hay líneas de borde.



La mujer ubicada desde siempre en esa zona intermedia, y bajo el imperio de la curiosidad, sigue indagando, imaginando y usando el arte como instrumento.

La perniciosa curiosidad la lleva a menudo a conclusiones paralizantes, que la obligan a darse una pausa. Silencios en los cuales crecen pieles nuevas en una metamorfosis que la transforma, para conducirla hacia otros umbrales.



Debajo de la seda del gusano

toda la superficie amada

siempre fue naranja

huele a leche

aunque de leche nuca tuvo nada

se estira y se encoge

en humores mal sudados

con su callo

pisa y anda la tierra que la retrata

y no comparte morada.




El subconsciente dicta y advierte con mucha anticipación hacia dónde se dirige, como si fuera una suerte de predicción involuntaria.

Dejar que fluyan las ideas y dejar que se materialicen a través de los actos más íntimos, ( obra plástica y escrita) sin duda son los placeres más grandes que se puedan experimentar, es de dioses.

Para eso hay que desinhibirse, desdoblarse, dejar de ser siendo; para jugar con la conciencia y cruzar la línea, que no está entre el ser y la nada. Está entre el ser y el todo.


Esto atrapa, crea vicio.



Creo que llevo en el alma el dolor más profundo

sangro incesantemente

entre el cerebelo y el hipotalamo

Con hisopos en las orejas

contengo ese flujo continuo

por eso no oigo bien.

Mis cejas, una sobre cada ingle

se fruncen al mismo tiempo

tienen un ojo único.

Cíclope de un solo cerebro

un solo ojo.

Te veo.

Veo tu ojo pegado al mío

te beso como mariposa.



PA PE PIPI PO PU, se repite con el mismo eco infinito que “ma me Mimi mo mu”, se aferra a la única certeza, la propia identidad, a la del individuo.

La máscara, la que cubre al alma, se cierra, en su traje más austero le guarda luto a la pérdida.


Se esconde de nuevo.


El derroche de lucidez, enfrentando el descarne, agota los argumentos.

Esta versión de la máscara, se parece al ataúd de Queequed en Moby Dick, donde el carpintero de abordo hace el siguiente razonamiento.

“...No me gusta esto un pelo. Le hago una pata al capitán Acab y la lleva como un caballero; pero le hago una caja a Queequeg y no quiere ni asomar la cabeza. ¿Es que trabajé para nada en aquel ataúd? Y ahora me mandan a hacer con él una boya. Es como volver un gabán viejo; vamos a poner la carne por el otro lado ahora. Vamos a ver: clavarle la tapa, calafatearle junturas, darlas de alquitrán, remacharlas y colgarlo del resorte a popa. ¿ Cuándo se hicieron cosas semejantes con un ataúd? Algún carpintero viejo y supersticioso preferiría que lo colgaran del aparejo antes de hacerlo. Pero yo estoy hecho de Abeto de Canadá; no me inmuto. ¡Enredado con un féretro! ¡Navegar con un féretro a popa! ¡Que le vamos a hacer! Los que trabajamos la madera hacemos camas y carros fúnebres...”



PA PE PIPI PO PU, emerge de nuevo como una boya, para rescatar la cordura, en un mar que invita a la incontinencia.

Con el deseo de regresar a la salvaje inconsciencia del no saber.

El calafateado es evidente, signa el cambio de curso y de uso.

Esta mascara ya no muestra el contenido del alma serenamente abierta, se recoge toda, apaga la marquesina y hace un inventario.

“El que agrega ciencia, agrega dolor” La Biblia.

“ ...-Oye, ¿eres un gusano de seda? ¿Te hilas la hebra de tu propio sudario sacándola de ti mismo? Mírate al pecho. ...” El capitán Acab al carpintero, Moby Dick.

Y es por tanto mirarse y exponerse a la luz intensa de un nuevo color, que ahora, con mangas tan largas como las de las camisas de fuerza, se rodea, en un abrazo íntimo y conteniene los espasmos de un dolor primigenio, probado por cada generación cuando se deja seducir por esa perniciosa inclinación de dejarse tentar por la curiosidad.



Me abrazo fuerte

en la más íntima de las copulas

el placer baja caliente por la entrepierna.

Sin perder una gota

mis hijos

insaciables

me lamen los pies.




DOMENICA AGLIALORO




PS. Verbalizar todos estos sentimientos no es fácil, explicando la poesía inevitablemente la desvirtuamos, pero es la única manera que encuentro para exponer mis proyectos, porque primero nacen los textos que son la excusa para realizar la obra plástica.


¿Qué desnudo nos hace más vulnerables a los artistas: la obra muda o la que nos expone con toda su humanidad en un texto?